5 señales de que podrías estar atravesando una crisis de fe | Catherine McNiel and Jason Hague

Nadie quiere admitir que está atravesando una crisis de fe, especialmente en esta época en la que todos hablan de “deconstrucción”. Tal vez eso se deba a la palabra “deconstrucción” en sí misma, se ha convertido en un cliché vago. Si alguien dice que está deconstruyendo su fe, puede significar cualquier cosa, desde “estoy haciendo preguntas” hasta “estoy demoliendo mi fe con una bola de demolición espiritual”. En ambos casos, es fácil suponer que lo está haciendo a propósito; que la deconstrucción es algo que una persona elige con intencionalidad y entusiasmo.

Pero ¿qué sucede cuando una persona espiritualmente devota comienza a luchar con dudas, temores y preguntas que nunca buscó ni quiso tener? Eso no es un ejemplo de una deconstrucción activa y desafiante, sino más bien una crisis de fe, o una crisis de fe a mitad del camino, como la llamamos. Esas etapas pueden sentirse como un callejón sin salida. Pueden traer ansiedad espiritual y un dolor profundo.

Entonces, ¿cómo saber si estamos atravesando una crisis de fe a mitad del camino? Aquí hay cinco señales:

1. Tu vida de oración ya no encaja.

Cuando coloreabas dibujos de historias bíblicas en la escuela dominical, tu comprensión de la oración probablemente era simple. Le pedías cosas a Dios y esperabas que Él te las diera. Con el tiempo, comenzaste a darte cuenta de que la vida era un poco más complicada que eso, pero aún creías que Dios siempre te escuchaba y que siempre respondería.

Entonces, pareció que Él se quedó en silencio. A pesar de tus oraciones más fervientes, Dios no respondió de la manera en que siempre habías creído que lo haría. Oraste intensamente por ciertos resultados, pero esos resultados nunca llegaron. Y ahora, te preguntas si la oración realmente importa. Aún hablas con Dios, pero no como antes, y no puedes evitar preguntarte cuál es el propósito de la oración ahora.

La oración se supone que es uno de los pilares fundamentales de nuestra relación con Dios. Así que, cuando nuestra vida de oración comienza a secarse de esta manera, puede llevarnos directamente a una crisis de fe a mitad del camino.

2. Tus inquietudes acerca de la Biblia están creciendo.

Quizás la Biblia siempre fue una fuente de consuelo para ti. Claro, tenías preguntas, pero con un poco de investigación todo terminaba encajando. Sin embargo, últimamente has notado cosas que antes no habías visto, y te inquietan. ¿Ese pasaje violento siempre estuvo ahí? ¿Por qué está eso en las Escrituras? ¿Por qué Dios permitiría que sucedieran cosas tan terribles, y más aún, que fueran escritas en Su libro?

Quieres hablar sobre tus preocupaciones, pero te da miedo hacerlo. ¿Qué pensarían los demás? ¿Qué pensaría tu pastor si supiera que estás haciendo estas preguntas? No quieres averiguarlo, así que luchas en privado con tus dudas y te alejas del libro que siempre amaste.

Estas batallas internas pueden generar mucha vergüenza en el cristiano. La Biblia se supone que debe ser un lugar seguro, así que cuando se transforma en algo que produce temor, puede llevarnos directamente a una crisis de fe a mitad del camino.

3. Los escándalos te han dejado confundido.

Al principio, fue fácil pasar por alto los escándalos. Unas pocas manzanas podridas no significan que todo el árbol esté podrido. Pero luego siguieron apareciendo. Hombres carismáticos que hablaban con pasión en púlpitos de todo el mundo fueron expuestos como mentirosos y abusadores.

Sería una cosa si nunca hubieras oído hablar de ellos. Pero algunos de ellos ayudaron a moldear tu vida espiritual. Te habían inspirado. No amarías a Dios como lo haces si no fuera por sus palabras. Entonces ahora, ¿qué se supone que debes pensar? ¿Fue todo una mentira? ¿Alguna vez creyeron realmente? ¿Y qué hay de las iglesias y organizaciones que miraron hacia otro lado y permitieron que estos hombres vivieran una doble vida? ¿Hay alguien que realmente sea auténtico?

Nada alimenta más el cinismo y la desilusión espiritual que la hipocresía de los héroes caídos. Cuando lo vemos suceder dentro de la iglesia, comenzamos a preguntarnos si realmente hay algún beneficio moral en seguir a Jesús, y si queda alguna integridad en Su iglesia. Estas preguntas profundas y dolorosas pueden llevarnos directamente a una crisis de fe a mitad del camino.

4. Por primera vez, sientes la presencia de la duda.

En tus primeros años, tenías respuestas convincentes para todo tipo de preguntas. Creías con todo tu corazón en los fundamentos de la fe: que Dios realmente existía, que Jesús realmente nos amaba, que la Biblia era absolutamente verdadera. Hablabas de estas cosas con una convicción inquebrantable.

Pero ahora, cuando hablas de estas cosas, tu voz tiembla. Quieres creer —y en verdad crees—, pero hay una parte de ti que se pregunta si realmente tienes todo claro. Y te preocupa que si una parte de ti todavía se lo cuestiona, entonces quizá esa parte no crea de verdad.

La duda es una palabra cargada de temor para muchos de nosotros. Nos dijeron que era el enemigo mismo de la fe, así que levantamos barreras contra cualquier pregunta que pudiera dejarnos vulnerables. Entonces, ¿qué hacemos cuando empezamos a notar la duda en nuestro propio corazón? Puede llevarnos rápidamente a una crisis de fe a mitad del camino, acompañada del miedo de que una deconstrucción total esté a la vuelta de la esquina, y que no haya nada que podamos hacer para evitarlo.

5. No puedes darle sentido a tu propio sufrimiento.

No has sido ingenuo. Sabes que cosas terribles les suceden a personas buenas. Pero en el pasado, podías tratar este fenómeno como un enigma teológico. En algún punto entre la soberanía de Dios, la voluntad del hombre y la redención de Cristo, todo tenía cierto sentido teórico.

Pero ahora tú mismo has sufrido de formas que nunca esperaste. Has vivido traumas profundos. Has perdido seres queridos a causa del cáncer. Has sido traicionado. Has estado sentado en hospitales recibiendo diagnósticos aterradores. Y ahora, las explicaciones teológicas a las que te aferrabas suenan vacías.

Para muchos de nosotros, el sufrimiento es el golpe final que nos lleva a una crisis de fe a mitad del camino. ¿Cómo reconciliamos nuestra creencia de que Dios es bueno con nuestras experiencias que sugieren que está ausente? Decimos que es todopoderoso, ¿entonces por qué no interviene para librarnos del mal que vivimos en esta vida?

Entonces, estoy en una crisis de fe a mitad del camino. ¿Y ahora qué?

Si te encuentras en una crisis de fe a mitad del camino, respira hondo, amigo. No estás solo. De hecho, según numerosos investigadores, una temporada de agitación espiritual es una parte normal y predecible del desarrollo de la fe. Así como la pubertad es una etapa esperada en el crecimiento hacia la adultez, una crisis de fe es una etapa común en la vida de un creyente en crecimiento.

Por supuesto, estas temporadas no son cómodas. Pueden estar llenas de dolor y desorientación. Pueden traer consigo el temor de que nuestra fe se deslice y se pierda para siempre.

Pero dentro de estos tiempos hay una oportunidad para resistir, adaptarse y crecer. Tal vez nuestra fe nunca vuelva a verse como antes, pero quizá eso no sea algo malo. Tal vez haya nuevas prácticas que fortalezcan nuestra fe en esta nueva etapa de la vida. Tal vez nuestras oraciones puedan verse distintas. Tal vez haya más formas de leer las Escrituras y de luchar con la verdad. Quizá haya nuevos y mejores héroes allá afuera—personas cuyos nombres y rostros nadie conoce. Incluso podríamos encontrar formas de sufrir bien.

Una crisis de fe a mitad del camino será dolorosa, pero no tiene por qué conducir a la muerte de la fe. De hecho, podría abrir el camino hacia una vida espiritual más fuerte y resistente.

Publicado originalmente en inglés aquí